Hola, soy Armando y en este espacio te voy a contar algo más sobre mí. Te invito a conocerme.
Quién soy
Pues un aprendiz perpetuo y curioso a más no poder.
Me apasiona poner en marcha todo aquello que me mueve para colaborar con empresas e instituciones en la difusión de su propósito corporativo y del impacto positivo que generan en la sociedad y en el medio ambiente. Ayudarlas a hacer crecer sus negocios mediante la creación de mejores contenidos, estrategias en sus plataformas digitales, de una manera coherente y transparente.
Supongo que esto me viene de lejos, ya que desde bien jovencito quise ser periodista, pero llegado el momento “se me pasó por alto” lo de apuntarme en la universidad y me matriculé en la de la vida (tal y como como se suele decir).
Comencé a trabajar en una imprenta, pero poco tiempo después ya estaba trabajando como agente comercial. Una profesión de la que he disfrutado durante casi toda mi carrera profesional. Siempre me ha encantado la interacción con los clientes y aprender de personas de lo más variopinta. En verdad, se trata de una profesión estimulante, en la que cada día surge un nuevo reto que cumplir y donde, cada vez que eres rechazado, practicas el enriquecedor arte de tomártelo como una oportunidad para mejorar.


Cuando llegó mi primer gran bache en la vida pensé que sería buena idea entrar en una banda de hard rock. No quería recrearme más en esos tristes sentimientos y ser cantante era algo que siempre había fantaseado hacer. ¿Porqué no?
Quería emular a mis ídolos. No me bastaba ya con escucharlos en mi equipo de música, ahora quería ser yo el protagonista. Así que no lo pensé y decidí acudir a una academia y comenzar a estudiar canto, solfeo y armonía musical. Pronto descubrí que mi alma vibraba, de forma intensa, cada vez que me ponía delante de un micrófono. Así que poco después ya estaba formando mi propia banda junto a algunos de los profesores de la escuela de música.
Mi forma de ser hizo que siempre me responsabilizara, de forma natural, de aspectos relacionados con la comunicación de la banda (redes sociales, negociación con salas de conciertos, etc.) así como de las relaciones públicas con el público y seguidores.
Puedo afirmar que esta experiencia cambió, de forma definitiva, la perspectiva que yo tenía sobre mi talento y mis capacidades. Si había sido capaz de alcanzar los tonos y emular las melodías de las canciones de mis ídolos, ¿qué podría ser capaz de conseguir con todo aquello que me marcara como objetivo?
Aquello desbocó mucho más mis inquietudes y empecé a reflexionar sobre mi vida profesional.
¿Tenía un puesto de trabajo que me gustaba?. Sí.
¿Me permitía pagar todas mis facturas?. Sí.
¿Que fallaba, entonces? Mi trabajo ya no me llenaba del todo y yo estaba on fire.
Es en ese momento cuando decido iniciar una transición que yo defino como una maratón de montaña. Un recorrido en el que me encuentro con empinadas subidas, terrenos enfangados y rocosos, piedras en la zapatilla y en el camino,… En fin, un poco de todo.
Autoplagiando mi bonita experiencia con la música decido que lo mejor para mi es mezclar otra de mis pasiones, mi afición a ascender picos de montaña y la estima por el medio natural, con mi deseo de cuidar de él desde una posición relevante en la Administración, como es la de ser Agente Forestal.
Mi plan: cambiar mi rol de comercial por el de repartidor para poder tener un horario intensivo que me permitiera compaginarlo todo. Tener un sueldo, cantar, además de estudiar y entrenar en pro de unas oposiciones que siempre me llevaron a meta, pese a ser superado (una y otra vez) en la fase de concurso por el personal interino.


Pasada la crisis del 2008 desaparecen las convocatorias para oposiciones. Por esa época yo estaba entusiasmado por el aprendizaje y conseguir mi mejor versión. No podía parar, así que pensé: ¿y si me pongo manos a la obra con mi viejo sueño de ser comunicador?
Supero el acceso a la universidad para mayores de 25 años y escojo una universidad online como la mejor opción para combinar mis estudios con el trabajo.
Fueron unos años duros en los que me levantaba a las 4 de la mañana para ir a trabajar y llegaba molido a casa sobre las dos o las tres de la tarde. Comía, me echaba un poco de siesta y antes de las cinco ya estaba enfrente del ordenador estudiando hasta la hora de cenar. Así, una y otra vez, hasta acabar el grado.
Creo que con actitud, perseverancia, optimismo y una mentalidad ganadora todos podemos conseguir nuestros objetivos. Por eso me arriesgué a dejar un trabajo estable, y mi profesión de toda la vida, para hacer lo que realmente me gusta y con lo que poder disfrutar a diario. Algo que me hace feliz y estar en paz conmigo mismo.
¿HABLAMOS?